El Lugar y sus Gentes
Pulsa sobre el paisaje de Orea bajo un manto de niebla para más información
Creo recordar que solamente el municipio de Motos, también molinés, supera a la villa de Orea en distancia hasta la capital. No ocurre así respecto a la altura sobre el nivel del mar, en cuyo caso nuestro pueblo sí que marca la cota más alta en los techos habitados de la provincia. De ambas afirmaciones dan fe el cuentakilómetros del automóvil y la agradable temperatura que uno siente al pasear por sus calles, aún tratándose de una mañana cualquiera en pleno verano.
Llego hasta Orea por el único camino que hay que llegar: por el de la pintoresca carretera que sigue, en dirección contraria a la de las aguas, el curso del río Cabrillas. Entre laderucas violentas de piedra desgranada o en lajas, vegetación de estepas, boj, chaparrillo y marojo, chopos en el barranco siguiendo el cauce del arroyo y un cielo intensamente azul por cobertura con alguna nubecilla algodonosa que al paso de la mañana acaba desvaneciéndose.
Orea surge por sorpresa al volver de una curva. Se advierte en la distancia que nos encontramos en una zona eminentemente residencial prevista para el descanso e ideal para temporadas de capricho en donde el hombre, cansado del vapuleo que sobre el cuerpo y el espíritu le va dejando el andar de los días, opta por volver en sí al contactar con la madre naturaleza.
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Aunque menos espectacular en el trazado y situación de sus calles que la vecina Checa (el pueblo 'rival'), Orea es como un auténtico balneario. Y bien lo saben los turistas y viajeros del reino de Valencia que, siendo la de Albarracín su sierra más próxima, extienden el abanico de preferencias hasta la del Tremedal. Sistema montañoso en el que a grosso modo deben incluirse también los pinares y montes de Orea.
Entre tantas viviendas de moderno y sólido corte que uno encuentra en el pueblo, sobresale el edificio en piedra de la casa-cuartel de la Guardia Civil, una construcción de aspecto tan elegante y confortable como el del pueblo vecino anteriormente mencionado. También despuntan luego las tierras llanas, la pradera y los chopos junto al río. La gente mayor se sale a la carretera a ver lo que pasa y a charlar en pequeños grupos dejando correr el tiempo, así como el rumor.
Pulsa sobre el Cuartel de la Guardia Civil tras una copiosa nevada para más información
En relación a la calle de la Subida a la Plaza hay poco que contar, ya que su propio nombre indica cómo es y a dónde va. La Plaza tiene al fondo la casa-ayuntamiento: un edificio alto, de atractivo porte, que se adorna con tres arcos de piedra labrada, un balcón corrido y un casetín para el reloj que avisa las horas a toque de campana. La Calle Mayor queda ligeramente en cuesta y une la Plaza con la Iglesia. Las calles son limpias, adoquinadas casi todas ellas, cómodas y alineando en cada acera casas blancas o enjalbegadas de cal, muchas de ellas con elegantes balcones y artística rejería. La Casa Grande es el único ejemplar en Orea de aquellas casonas que hasta el siglo XVIII se levantaron para su uso y disfrute por parte de las familias más acomodadas del Alto y Bajo Señorío. Esta edificación conserva patentes los rasgos de su vejez; sirva como ejemplar en pie de una época, ya que no resiste el paso del tiempo en condiciones para ser habitada.
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En cualquiera de las viejas mansiones que conformaron las calles de Orea y tal vez en la misma que ahora recorro, rotulada con el epígrafe 'calle del Duende', pudo nacer aquel singular personaje conocido bajo el nombre de Roque Martínéz. Un hombre de quien dió por seguro el Padre Nirember en su libro «Relación de Fisiología» que le nació un espino cerca del estómago y que cada primavera le solía crecer y reverdecía. Vaya usted a saber lo que el hecho tendría de verdad, aunque sus paisanos lo dan por cierto.
En el Camino del Pinar hay un indicador que envía a los forasteros hacia el campamento de verano. Por el mismo camino, a quinientos metros del pueblo o menos quizás, queda el hotel restaurante Alto Tajo. El salón principal está dispuesto y decorado con un estilo rural y tradicional, se ha empleado como material embellecedor la madera de pino, las patas de antílope como perchas y una cabeza de ciervo con cumplida cornamenta en el centro mismo de la pared del fondo. Las dueñas se quejan de la exigua afluencia de público de la zona centro que pasa por aquellas sierras.
Pulsa sobre la terraza y el salón del Hotel Restaurante Alto Tajo para más información
Hay quien culpa al mal estado de las carreteras de la escasez de visitantes, aunque personalmente considero como principal razón la sencilla realidad de que Madrid, Guadalajara, Cuenca y también Zaragoza tienen otras sierras más cercanas y es hacia ellas adonde se dirigen los urbanitas cuando las vacaciones o la ocasión se presenta (lo que no deja de ser una simple opinión). No obstante, el clima en los meses de verano, el paisaje de pinar junto al pueblo y la cordialidad de sus gentes, invitan a pasar por allí a cualquiera y asentarse en el lugar.